Por Tomás Hermán.
En el mundo del boxeo, hablar del Top Ten no quiere decir que se deba hablar de los púgiles más populares del ensogado. Existen ciertos peleadores a quienes con una serie de logros se les ha encumbrado en la cima de la pirámide pugilística, como por ejemplo es el caso de Canelo. Saúl Álvarez, es un buen boxeador que gusta al público pero que goza de un prestigio que realmente no se ajusta a su posición en el ránking. La consideración de un Top Ten debe estar respaldada por su currículum actual en base a los combates que afronte ante los mejores de su categoría o cercanos a la misma, consiguiendo salir con la mano y la cabeza en alto, y a ser posible rezumando magistralidad en sus actuaciones. Visto desde este punto, vamos a analizar los momentos clave en la carrera del Canelo. No sus virtudes, que son muchas, sino las oportunidades que está aprovechando para llegar al estrellato y, consecuentemente, convertirse en Top Ten.
En 2005, Canelo debutó como profesional con tan solo 15 años de edad y medio centenar de combates amateur a sus espaldas. Su carrera fue bien planteada, con oponentes que le permitieron formarse como púgil y desarrollar sus habilidades, tales como Miguel “Títere” Vázquez, quien más tarde ser convertiría en Campeón Mundial Ligero, Lanardo Tyner, y Jose Miguel Cotto. Hasta que en 2010 tras una serie de títulos intermedios se enfrentó al excampeón mundial Carlos Baldomir. Por entonces el argentino, quien le doblaba literalmente la edad, venía de acumular una serie de derrotas en cuatro años que desde luego, no le hacían parecer el mismo que se enfrentase con Judah o Gatti. Canelo venció antes del límite, pues aquello estaba visto para sentencia antes del comienzo.
Integrado en Golden Boy Promotions, en menos de un año llegó la oportunidad del Canelo para hacer un Título Mundial. ¿Contra quién? Pues ante Mathew Hatton, un estimable púgil británico, hermano del bicampeón mundial Ricky Hatton, que se presentaba como Campeón de Europa, algo muy meritorio, pero en una categoría inferior. Sin poder de pegada y en la categoría superwelter, Hatton no pudo hacer frente a la fortaleza de un Saúl con casi 10 años menos de edad.
En 2011 hizo tres defensas: ante el inglés Ryan Rhodes, campeón de Europa del Superwelter, a quien Canelo venció por KoT en el último asalto. Ante el mexicano Alfonso Gómez, un welter que venía de vencer el año anterior a un Jose Luis Castillo ya en decadencia, y que tuvo que subir de categoría para el evento. Y por último al boricua Kermit Cintron, un noqueador que ya circulaba cuesta abajo en su carrera.
En 2012 fue Shane Mosley y Josesito López. Mosley ya tenía 40 años. Se dice que quien tuvo retuvo, pero hablamos del doble de edad, y a esas alturas la mitad de reflejos, por lo que Shane, un gran campeón que hacía cuatro años que no daba el welter, se tragó todo lo que le envió el mexicano. Después fue Josesito quien fue al pelotón de fusilamiento. Un año antes estaba peleando en la categoría superligero ante Mike Dallas Jr. No había color en aquel combate y perdió por KoT.
En 2013 vino posiblemente el mejor combate que Canelo disputase, la unificación superwelter con el campeón AMB Austin Trout. Este último venía de vencer a Cotto y fue una elección digna. Canelo dominó a Trout e incluso llegó a derribarle. Quizás fue esta victoria la que le hizo creer que era invencible y que podría derrotar al mejor, Floyd Mayweather. Meses después, el número uno mundial le llevó a la escuela, y Canelo demostró poder realizar doce asaltos consecutivos de sombra.
En 2014 fue Alfredo Angulo y Erislandy Lara. Angulo, después de aquella guerra con Kirkland nunca fue el mismo. Con movimientos ralentizados asimiló un castigo innecesario hasta que el árbitro detuvo la pelea. Y la victoria sobre Lara fue muy discutida. Canelo no supo cortarle el ring y el cubano se movió a sus anchas demostrando mayor clase, aunque quizás le hicieron falta golpes más nítidos de cara a la galería.
En 2015 fue James Kirkland y Miguel Cotto. De Kirkland se sabía que era de quijada frágil, aunque también de fuerte pegada. El combate fue espectacular por su intensidad y Canelo dio la pelea que el público quiso, cambiando golpes con el norteamericano. Tremendo combate. Pero luego entró a escena Miguel Cotto y la odisea del “peso medio”. De nuevo la polémica, ya que para muchos no ganó el mexicano, quien conectó menor cantidad de golpes. La estrategia la impuso el boricua y se peleó en su distancia, pero aún así el combate cumplió todas las expectativas a pesar del resultado.
Por último en 2016, llegó el disparate de que Amir Khan podía ganar al Canelo y otra vez en el “peso medio”. Un Khan inflado intentó imponer su velocidad jugando a una lotería donde tenía todos los boletos para irse al sobre tras el primer cañonazo recibido. Solo fue cuestión de tiempo.
El resto de la historia ya se conoce. Esquivando a Golovkin hasta dejar el título vacante y dirigiendo su mirada hacia Inglaterra para enfrentar a Liam Smith, un buen boxeador británico bastante factible para el estilo del Canelo y al que el aficionado con una ligera idea del tema no quiere verle enfrentar, pues continúa coreando las siglas GGG. El aficionado sabe lo que quiere, y Canelo sabe lo que quiere el aficionado. Pero entre ambos se interponen los intereses de los manejadores de una gran empresa. ¿Quién pierde? Está claro que el boxeo, pero aún así a Canelo, independientemente de su calidad, se le sigue colocando entre los Top Ten mundiales por encima de otros púgiles que no han optado por abandonar su condición de campeón del mundo y hacer frente al rival de turno, sea quien sea. Y es que, dentro del negocio del boxeo, la condición Top no debería ser un producto de venta sino más bien una distinción merecida y otorgada por aquellos retos alejados de una travesía con elección a la carta.